lunes, 19 de septiembre de 2016

Wilson Jesús y los Hipsters




     Una historia (casi) verdadera


El infierno no se encuentra en algún lugar lejano en el espacio y el tiempo, puedes darte de bruces con él a la vuelta de cualquier esquina. En mi caso todo comenzó con una nueva llamada telefónica al servicio técnico de Orange, después de dos semanas sin Internet.
Una agradable voz femenina te dice: “en estos momentos nuestros técnicos están ocupados, por favor manténgase a la espera”. Acto seguido comienza a sonar una musiquilla espantosa que se alterna en bucles de 15 segundos con la voz de la chica. No lo sabía entonces, pero las puertas del infierno acababan de abrirse pará mí.

Los primeros 10 minutos se llevan más o menos bien. Son momentos perfectos para cuestionarte grandes dudas existenciales: ¿debería usar peluquín como Bruce Willis? me haría parecer más joven. ¿me compro aquellos calcetines color verde oliva que vi ayer en Zara? ¿O serán demasiado atrevidos? tampoco quiero parecer un transgresor.

A partir de los 20 minutos de espera, tu salud mental comienza a deteriorarse más rápido. Empiezas a valorar cosas como hacerte Drag Queen. Las plataformas me harían parecer más alto. O mejor aún: me hago punk. Aunque siendo calvo, ¿dónde me pongo la cresta?

Después del 30 minutos de musiquilla estás al borde de la locura. Ya no distingues qué es real. Empiezas a percibir cierta burla en la voz de la chica te pide seguir esperando y una sonrisita a mitad del mensaje. ¿se estará burlando de mí? ¿será mi vida como la de Truman, un show retransmitido por televisión? De ser así, se lo podrían currar más los productores. No sé a quién le va interesar la vida de un ser anodino, que disfruta planchando la ropa y mirando fotos de gatos por Internet. No sé…

- Buenos días me llamo Wilson Jesús ¿en qué puedo ayudarle?
Después de casi una hora de música destroza cerebros, la voz bien timbrada, con un ligero tono de barítono y acento mejicano, me parece la de San Pedro dándome la bienvenida al cielo

- Buenos días Wilson Jesús muchas gracias por atenderme (le digo controlando las lágrimas de emoción que acuden a mis ojos) llevo 17 días sin Internet.

- Entendido, señor Ruiz. Voy a hacer unas comprobaciones y arreglaremos su problema lo más rápido posible
Dios ¡eso sí que es un hombre y no esos hipsters barbudos con cara de mofeta estreñida con los que sale mi hija! Seguro que Wilson Jesús viste con polo de Lacoste, tiene 2 gatos y su psicoterapeuta es argentino, ¡Cómo debe ser!
- Señor, Ruiz, gracias por mantenerse a la espera, su problema está localizado. Sólo tiene que llamar a este número que le voy a dar y le restablecerán su línea. ¿Tiene donde apuntar?


- Sí, claro, Wilson Jesús (lo escribiría con mi sangre en la pared si hiciese falta, pienso)

 Tras anotar el número llega la hora de la despedida, parece que nos conozcamos de toda la vida. Va a ser duro. 

- Adiós, Wilson Jesús, te agradez… ¡me cuelga! Claro, le habrá entrado otra llamada, pienso. Qué muchacho tan trabajador, no como los hipsters esos que se pasan el día viendo como decapitan gente en Juego de Tronos.



Marco el número con reverencia y me contesta otro joven con una voz más fea, menos varonil, sin acento definido.
Llevo 17 días sin Internet, ¿me lo arreglarán hoy mismo, verdad?
- Estimado señor Ruiz, lamento comunicarle que le han dado un número equivocado. ¿Equivocado? Grito, ¡No puede ser, me lo ha dado Wilson Jesús! ¡Tiene que haber un error!
- No se preocupe, le paso con el servicio técnico, ellos le atenderán.
¡No! Grito. ¡No! En vano. Tras unos segundos la voz de la chica pidiéndome que espere y la musiquilla desquiciante vuelven a sonar.

Comprendo que otra sesión de tortura acabaría conmigo, así que me digo: lo has intentado y has fallado. Estarás sin Internet hasta que a ellos les de la gana. Vamos, acepta la derrota con elegancia y actúa en consecuencia. Compórtate como un hombre.


Eso hago: me dirijo a mi habitación, me acurruco en la cama abrazado a mi almohada favorita, aquella que aún conserva su olor, y durante la siguiente media hora lloro con la misma desesperación que si no hubiese un mañana, como el día que ella me dejó, lloro como si Wilson Jesús, en el fondo, también fuese un puto hipster.




3 comentarios:

  1. Deja de pagarles un par de meses, Veras como te llaman ellos.
    Sergio.

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  2. Xuan McRoller.- A medida que me internaba en la lectura de tu relato, amigo Xosé, “regurgité” de mi memoria a largo plazo un “culebrón”, no ha mucho tiempo protagonizado por mí, en primera persona, y un elenco de “actrices” teleoperadoras de una compañía de telefonía -aquí se podría decir “de cuyo nombre no quiero acordarme”- que me “rebotaron” de una en otra como si de un partido de baloncesto se tratare y yo, el “sufrido” balón fuere.
    Por la similitud cuasi “calcada”, aunque con algunas pequeñas diferencias de atrezzo y coreografía, diríase que se rigen por el mismo guion tipo pues, de igual modo y durante varios días en sesiones continuas de “pausas y rebotes” amenizadas por la ya habitual música de entretenimiento durante las largas pausas, daban la sensación de “estar más perdidas que un pulpo en un garaje” o tomándome el tupé a través de las ondas hertzianas.
    Qué digo yo, si ese “sonsonete” musical lo pondrán para que la espera sea menos tediosa y estresante o para adormecer a la bestia que pugna por salir del interior del “sufridor” telefónico (por aquello de que “la música amansa las fieras”), haito ya de tanto “pitorreo”.
    Pero, eso sí, mi sufrido Xosé, en ningún momento pierden la exquisita –yo diría que empalagosa- compostura verbal. A lo sumo pueden llegar a “perder” la comunicación contigo, dejándote “colgado”, si consideran que ya te estás poniendo demasiado “impertinente”.
    No sé, querido Xosé, si te ha ocurrido realmente o es producto de la tu prolífica imaginación pero, por las similitudes, pensé:
    (¡Vaya!, otro “sufridor” telefónico que cuasi practica “puenting”, arrojándose al vacío sin “cordón umbilical”).
    Eso sí, en un acto de placer psicópata, despertar a la “bestia” para que descargue toda su frustración “asesinando” previamente al teléfono móvil…

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  3. Será porque nunca he sido capaz de sobrepasar más allá del primer bucle y desconozco, por suerte, esa ansiedad tan prolongada lo que me dio una lectura sin predisposición por el fondo y pude disfrutar sin intromisiones con la forma en que está narrada esta peripecia.
    De las pocas veces que me sucede, José Manuel.
    Sonrisa objetiva :-)

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